Las manos y los fuegos

Dice Nassim Taleb que lo que más daña tu reputación es lo que dices para defenderla. Todos, incluso los más díscolos, pretendemos tener una reputación, controlar la opinión que se tiene de nosotros (sea buena o mala), supongo que por auto protección o por soberbia. El ejercicio opuesto, el que forja el carácter, consiste en revestirnos de imperturbabilidad y dejar que digan, que nos cuelguen sambenitos y que (con suerte) sea el tiempo el que ponga en su sitio a cada cual. O en el peor de los casos, que nunca se sepa la verdad. No es fácil. Cuando el ataque es personal, el daño no solamente se inflinge a uno, los seres queridos también lo pasan mal.

Pero estoy de acuerdo con Taleb cuando afirma que hay que ser cuidadosos con las palabras y los argumentos que empleamos para defender nuestra reputación. Es muy habitual tratar de limpiar nuestra fama enlodando a otros. En una sociedad en la que la ética y las buenas maneras fueran valores en alza, esas prácticas estarían en desuso, simplemente porque la gente rechazaría argumentos semejantes. Pero la triste realidad es otra. Vivimos en un perpetuo “y-tú-qué”. Tan perpetuo que a uno se le acostumbra el oído, se relaja el filtro y casi se cae en lo mismo.

Leer cada día la prensa es cada vez más peligroso y certifica la afirmación de Taleb. No existe el verbo “reconocer”. Nadie reconoce su error, su metedura de pata, su delito, su mala palabra. Pero casi es peor cuando alguien presenta. Si acaso, como explica Carlos Rodríguez Braun, se reconoce que la medida es adecuada pero no se ha explicado adecuadamente. Y entonces “se comunica”:

Han subrayado primero la necesidad de comunicación, reconociendo con aparente modestia que no lo han hecho bien. Este reconocimiento refleja su propensión totalitaria: jamás se les ocurre pensar que aquello que comunican pueda estar mal. Al contrario, tiene que estar bien porque lo han engendrado ellos, de los que sólo puede brotar el bien de la comunidad. Si los ciudadanos son saqueados y sometidos por el poder socialista, y alguno protesta, es porque los socialistas han fallado en la comunicación, no porque incursionen punitivamente contra sus súbditos.

Otros, como Camps y sus muchachos,  se niegan a reconocer una imputación judicial digan lo que digan los tribunales. O si no, se presenta uno impúdicamente como el representante de la lucha por la memoria de los muertos para tapar una presunta prevaricación. Y en un caso y en otro no hay sentencia aún, así que todos son inocentes, al menos de momento. Pero para salvar su reputación lo que dicen es “y ese más”. Lo cual, les coloca a todos ellos en el mismo fango. La cosa se va enredando y los apoyos nacionales y extranjeros proliferan. Como si por darle un homenaje a un presunto prevaricador, como Garzón,  se le fuera a salvar de una sentencia en su contra, si éste fuera el caso. Todos muy apesadumbrados, como si su labor pasada sirviera de justificación de las malas prácticas del presente. Y tiene tres causas, ni una ni dos. Tres.  ¿Tiene que ganar la liga el equipo que mejores resultados haya obtenido a lo largo de la historia?¿o gana el que juegue mejor ESTE AÑO?

Estoy de acuerdo con Rosa Montero cuando afirma en El País:

Tengo la sensación de que nos hemos metido en un profundo pantano; y de que, en el fondo, no es una pelea por el franquismo sino por otras cosas: por el poder real aquí y ahora, por la manipulación de la judicatura, por los hilos subterráneos de la política. Y se diría que Garzón (con quien, por otra parte, tenemos una deuda de gratitud impagable por actuaciones tan esenciales para la democracia como el esclarecimiento del GAL) ha chapoteado también en esos lodos.

Pues nada, unos y otros ponen la mano en el fuego por Camps (¡Esperanza que te quemas!) y por Garzón, como si fueran algo más que trepadores de la red de poder, políticos disfrazados de servidores públicos (Garzón con toga) que negarán hasta el final cualquier cosa, y para proteger su maltrecha reputación harán lo que sea.

No olvidemos que es así como se definen, por sus actos, por sus excusas y su falta de nobleza. Igual somo nosotros quienes deberíamos exigirles más.

3 comentarios sobre “Las manos y los fuegos

  1. María, dices que estás de acuerdo con Rosa Montero, pero yo creo que no lo estás. Dice Rosa Montero en el texto que citas que Garzón esclareció el caso GAL. Eso es mentira, sin más.

    Garzón no esclareció el caso GAL, sino que lo cerró sin haber llegado a saber quién lo organizó, quién fue el famoso Míster X.

    La creencia generalizada es que Garzón investigó los GAL para vengarse del PSOE. Yo creo que los investigó sirviendo al PSOE, pues él salvó a Míster X, y evitó que un juez honrado pudiese haber llevado a Míster X a la cárcel por organizar un grupo terrorista que asesinó, secuestró y extorsionó. Y si Míster X hubiese sido un importante dirigente del PSOE (hipótesis no descartable), su encarcelamiento por tan graves delitos podría haber supuesto el fin del PSOE, pues sería muy difícil de mantener la existencia de un partido cuyos dirigentes lideran también grupos terroristas.

    Así que gracias a Garzón está libre el máximo dirigente del grupo terrorista GAL. Y ya sabemos que en las sectas, y el socialismo es una secta, lo importante es el líder supremo, y no importa sacrificar a miembros de menor nivel para salvar al líder, como ocurrió en el caso GAL.

    Y por aquello de finalizar mi chapa, que se sale del tema principal de tu post, y te pido disculpas por ello, quiero recordar que la democracia actual está marcada por el asesinato de Carrero Blanco, el golpe de estado del 23 F, los GAL, y el atentado del 11M, y no se ha encontrado al responsable de ninguno de esos delitos. Pero eso no es lo más grave, lo más grave es que no la justicia española no ha buscado a los responsables de esos delitos. Así que ellos siguen en la calle, haciendo sólo Dios sabe qué.

  2. Exacto. Hay que tener cuidado con las palabras, especialmente a la hora de emitir juicios de valor, pues ni todos los delitos son iguales, ni todos los denunciantes son inocentes. Dudo que en nuestras castas ocupas de la política, haya un solo político y mucho menos alguna muestra de ética, decoro o moral. Menos aún nadie con autoridad moral para señalar a nadie. Un mal uso de las palabras o una interpretación errónea descontextualizándolas de la problemática global, puede suponer que estemos apedreando nuestros tejados.

    Empezamos juzgando y sentenciando a todo lo que los mercenarios mediáticos de los enemigos del derecho, nos vuelcan de sus muladares, convirtiéndonos en sus cómplices directos y degradándonos hasta lapidar el derecho fundamental en general y el de la presunción de inocencia en particular, además de presionar y confrontar a los jueces, para terminar en una competida carrera por demostrar la mayor lealtad al amo, en calidad de mísero dependiente subsidiado.

    Pero sobre todo obviamos algo fundamental. Si se demuestra que Camps aceptó los tres o cuatro trajes, como servidor público incurre en el delito de cohecho. Si se demuestra que Bono aceptó una cuadra de puras sangre, decoraciones de pisos o un Porsche para su señora, igualmente incurre en delito de cohecho. Pero aún siendo ambos delitos de cohecho, no asumen las mismas responsabilidades ante la justicia, por ser muy diferentes las responsabilidades de sus cargos y la magnitud del delito.

    «Y tú mas», ni justifica ni inmuniza para la criminalidad de ninguno, pero tampoco debemos caer en la trampa de pasar el rasero y hacer el juego de linchar públicamente el delito menor, agitados y convirtiéndonos en turbas de los «fueras de la ley» y orquestados por ellos, mientras ellos nos dinamitan como nación y nos convierten el estado en su antro criminal, desde el que planifican y cometen delitos graves y muy graves como violar la Constitución, Violar todo derecho que se oponga a sus negocios sucios, corromper la ley, corromper las instituciones, corromper la cultura y la enseñanza, adoctrinar niños y fanatizar adultos, corromper a los responsables de articular mecanismos democráticos contra ellos -como mafias guarecidas en el estado- incentivar la represión y el expolio desde el estado, incentivar, promover -legitimándolo políticamente- el terrorismo, el nazismo excluyente y el caciquismo feudal local y regional, o inocular resentimientos para confrontar hasta romper la nación en mil pedazos desde nuestro propio estado.

    Como podemos ver, tanto los cuatro trajes de Camps como la cuadra de Bono, que aún están por demostrar, es carnaza arrojada a la ‘jauría’, y que distrae y saca la atención de las grandes, graves y verdaderas actividades delictivas, que dejan a Bono o a Camps a siglos luz de los destrozos criminales que con luz y taquígrafos nos infligen a diario las bandas herederas del Gal y sus aliados nazis y mafiosos y otras, en «cordones sanitarios» o Pactos Tinell, todos en dependencia directa del reparto del botín obtenido al expolio nacional, unas registradas como partidos políticos en general, sin tener ni idea de política y sin tener intención de saber ni de ejercer la política, y otras anexadas a sus mercados de extorsión, oferta y demanda de votos. Solo saben y les interesa, utilizar el estado, la ley y nuestra propia estupidez, para dejar a la nación en la más absoluta pobreza e indefensión. Eso es lo único que les interesa hacer, lo único que están haciendo, lo que les dejamos hacer y tranquilamente lo hacen, permitiéndose además el insulto fácil, el escarnio más sangrante y vejatorio que pueda verter la bazofia humana que impide las funciones de garantias y servicios del estado, convirtiéndolo en su guarida infecta de ladrones.

    Eso se lo permite su habilidad en el manejo de sus medios en manos de sus bienpagaos, para educarnos en el devorar todos los ‘consimibles’ que nos vuelcan incesantemente y que tragamos ávidamente y a destajo. España es un rosario de grandes delitos y masacres sin resolver. Cuando alguien se preocupa por averiguar qué paso con alguno de ellos, la maquinaria de soltar estiércol hunde la noticia. Así los asesinos nacionalistas suman a su rentabilidad criminal, una mayor renta política que la del gobierno de la nación. nadie sabe ni investiga la mitad de sus mas saguinarios atentados, algunos contra elementos amigos tan extraños como el de Ernest Lluch. Ni del GAL. Ni de los trenes. Centenares de muertos sin recibir justicia. Centaneres de asesinos anónimos, sin ajusticiar. Toneladas de memoria histórica, de belenesteban, de gurtel, de basura, de casos que se abren y se diluyen en el tiempo y en los cajones de los faisanes, y de la extorsión, y de los intereses bastardos.

    No les sigamos entrando al trapo. Vamos a quitarnos las anteojeras de Camps y Bono, vamos a ver y considerar la gravedad de nuestra situación en su justa medida. Vamos a señalar a los verdaderos criminales por acción y por omisión, y vamos a llamarlos criminales espetándoselo alto y fuerte en sus mismos hocicos. Lo de Camps y Bono tiempo habrá de dilucidarlo cuando el estado y la justicia sean lo que deben ser y funcionen como deben funcionar. Cuando asesinos, traidores y ladrones estén en prisión. Cuando los muertos descansen en paz. Cuando la nación sea y sea libre, aunque por bien de todos, sea más pequeña.

  3. Creo que los dos comentarios caen precisamente en lo que expone y critica el artículo. Son más de lo mismo. Nada que ver con esa opción diferente que hay que construir:

    «En una sociedad en la que la ética y las buenas maneras fueran valores en alza, esas prácticas estarían en desuso, simplemente porque la gente rechazaría argumentos semejantes. Pero la triste realidad es otra. Vivimos en un perpetuo “y-tú-qué”. Tan perpetuo que a uno se le acostumbra el oído, se relaja el filtro y casi se cae en lo mismo».

    Me gusta tu blog, es aire fresco. Lo incorporo a mis lecturas.

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