No es ningún trofeo noble

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Por la espalda. Si me apuñalas. Sin testigos. Así, no es ningún trofeo noble. Eso dice la canción. Me viene a la cabeza cuando, a pesar de intentar desconectar, sigo recibiendo información de todos los colores sobre Donald Trump, lo que dijo, lo que no va a cumplir, lo que unos temen y lo que otros esperan.

Hay hasta una lista de las mejoras que supuestamente pretende poner en marcha, y gente en las redes eligiendo cuál preferiría y cual no. Algunos de ellos rechazaban a Trump como candidato abiertamente pero asumen que esto es lo que hay, estas son las cartas con las que hay que jugar. Incluso se traza una linea que une el Brexit, el triunfo de Trump y casi, la salvación de Occidente. ¡Bravo! ¡Hay vida más allá del establishment! ¡Hay algo no previsible en nuestra sociedad!¡Llega el cambio! ¡El que sea!

Yo no compro esa idea.

En primer lugar, estamos cebando la mentira política, supuestamente «necesaria» en campaña electoral. Si el programa de los candidatos es lo que los electores tienen como dato de partida, especialmente cuando ninguno de los candidatos ha gobernado con anterioridad (obviamente en un sistema bipartidista ambos partidos llevan turnándose toda la vida), y están autorizados a mentir, no se puede pedir voto responsable. Ante la falta de coherencia entre palabras en campaña y actos tras ella, el votante solamente puede fiarse de los medios, de su intuición, de lo que dice el vecino, y de aspectos que no tienen nada que ver con la política internacional o la economía del país, como por ejemplo, si es el KKK o Hollywood quien sale en los medios apoyando al candidato. ¿Cómo sabemos que nadie ha pagado al KKK para que apoye a éste o al otro para destrozar su reputación? ¿o que no hay promesas a determinados artistas para que apoyen al partido que sea? Tengo que aclarar que, en el caso de Trump, yo habría salido en todos los medios rechazando el apoyo del KKK. Por si las moscas.

El problema de Occidente que explica, entre otras cosas, que se estén produciendo estas decisiones populares inesperadas para muchos reside en el hartazgo unido a la disonancia cognitiva de los medios. Aquí toca un saludito a José Benegas quien a veces me invita a su programa JB Talks y con quien hablo precisamente de la disonancia cognitiva en la política.

Pero más allá de este tema, la elevación a los altares de un candidato indeseable que toma medidas correctas significa sancionar el utilitarismo como filosofía de vida de nuestra civilización. Todo vale. No, señores. No para mí. El utilitarismo es un motor de destrucción de los principios morales del liberalismo. En el momento en que todo vale, estamos dispuestos a sacrificar parte de nuestros valores en pos de otra parte que tenga más popularidad, que nos proporcione más focos, más éxito o que lave más nuestras conciencias.

Si Trump el Populista decide no cobrar su sueldo de presidente, bajar los impuestos, o incluso, si tomara medidas económicas que pusieran a Estados Unidos en lo más alto de la economía internacional, seguiría siendo Trump el Populista.

Trump sigue siendo tan despreciable, imprevisible y capaz de cualquier cosa como les parecía antes de ganar las elecciones. Que tome algunas medidas aceptables, incluso si merecieran un trofeo, no sería un trofeo noble. (Un beso, Noemí).

USA: los «despreciables ignorantes», marca ACME

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Gana Trump. Contra los pronósticos de los medios, con el desprecio de artistas, intelectuales, comunicadores, creadores de opinión, con la indignación de la comunidad internacional. Gana Trump.

Inmediatamente salen de las bocas de los nuevos indignados la palabra mágica: ignorantes. Muchas personas inteligentes, cultivadas y nada ignorantes explican que el votante de clase trabajadora de un Estado mediano de EEUU no tiene ni idea de la importancia de tener acceso a las claves de lanzamiento de los misiles nucleares, ni de la estrategia que más puede favorecer a su nación en cuestiones de política internacional, no del complejo equilibrio internacional que afecta a cuestiones energéticas… Y tienen toda la razón.

Y el caso es que a mí todo esto me suena mucho. Hace muy poco, eran los trabajadores del Reino Unido quienes votaban de manera ignorante un NO al modelo de la Unión Europea actual. Veo las mismas caras avergonzadas entre compatriotas, la misma incredulidad en la mirada de todos. Y la misma explicación: la ignorancia. Y, de nuevo, por supuesto que un trabajador de una pequeña ciudad o de un pueblo de la Inglaterra profunda no tiene por qué saber las implicaciones para la Balanza Comercial de su voto.

Lo sorprendente es que el análisis de muchos se queda en eso: vota la ignorancia, ¿qué hacemos? ¿prohibimos el voto a los ignorantes?  ¿exigimos estudios de economía internacional y de estrategia militar al votante? Y no se llegan a preguntar qué falla.

La ignorancia del votante está garantizada por el sistema, tiene la marca estatal. Leo a Patri Friedman, nieto de Milton, hijo de David, líder del Seasteading Institute, contrario a Trump:

It’s always easy to blame Those Despicable Others, but if we let people, cities, and regions govern themselves then Otherness would matter far less. There would be political diversity and refuges for each cultural group rather than the fragility of handing Leviathan over to whoever can make the most believable empty promises.

(Traducción aproximada: «Siempre es fácil culpar a Esos Otros Despreciables, pero si dejamos que la gente, que las ciudades se gobiernen a sí mismos, entonces la Alteridad (los Otros) importaría mucho menos. Habría diversidad política y refugio para cada grupo cultural más que la fragilidad de poner a Leviathan en manos de quienquiera que haga las promesas más creíbles y vacías»).

No puedo estar más de acuerdo. El trabajador de Wisconsin, o de un pequeño pueblo del Reino Unido, con toda seguridad, saben de lo suyo, de sus propias circunstancias, de qué alcalde es mejor, quién protege mejor sus intereses, quién se preocupa de verdad por los ciudadanos  en su entorno y quién le intenta engañar. Y solo sabe de eso. ¿Por qué exigirle más? El tamaño de las unidades de gestión política son inmanejables. Pero reducirlas, adecuarlas a una dimensión sensata implicaría que los políticos verían reducido su poder en la misma medida. Así que lo más fácil es destacar la ignorancia y ocultar la adicción al poder cada vez más absoluto. Siempre es preferible, para ellos, ser el Presidente de la Federación Terrícola que el presidente de tu comunidad de vecinos.

La soberanía que defiendo es la individual, entendiendo por «individual» la del animal social que es el ser humano. La soberanía nacional es un concepto político, no un valor, que debe estar al servicio nuestro y no al revés. Estoy por la diversidad política y la posibilidad de refugio para todos los grupos culturales de Patri Friedman. Y para mí no hay más Despictable Others que los que acusan de ignorantes a los votantes y a la vez les fuerzan a votar en una situación de ignorancia normal, generada por ellos mismos, en virtud de un entramado sistema en el que desde los servicios secretos hasta la prensa, están a su servicio.

La ignorancia del votante tiene el sello y la garantía del Estado