A lomos de la negación: Chávez vive.

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La negación es ese fenómeno psicológico salvífico que permite que los mayores horrores sobrevivan en las sociedades más avanzadas. Ese esa herramienta de la mente que nos permite vivir sabiendo que existe el mal, o la incertidumbre, o el dolor, el deterioro, las enfermedades. Bloquear la vista lateral y centrarse en lo que tiene uno delante. Y cuando más cerca mejor. No sea que veamos el horizonte y nos demos cuenta de que nos dirigimos a un acantilado. Mucho mejor mirar el paso corto, esquivar los charcos y los excrementos caninos, aunque nos aboquemos al abismo.

Y así nos llegan quienes ven cuestionada su financiación, pero cuya relación con Maduro y Chávez es pública y notoria. Porque, incluso si no han sido financiados ilegalmente, o si no han sido financiados en absoluto por el régimen tiránico de Venezuela, ir de colegueo, asesorarles, exhibirse con esos ejemplares de caciques de república bananera, expoliadores de un país rico y con potencial, es indecente y debería sonrojar a toda persona de bien.

Por el contrario, ahí tenemos al joven Garzón justificando lo que la ONU ha condenado como violación del derecho internacional por tortura, con la excusa de que Leopoldo López iba por ahí provocando golpes de Estado. Que es una manera de justificar tan tosca y rastrera como decir la la chica merecía ser violada porque llevaba una falda demasiado corta. Y claro, son todas unas guarras. Venezuela merece un tirano como Maduro, que viola el derecho internacional y es aplaudido por los anticonstitucionales españoles. Por ellos y por sus seguidores.

Porque, no contentos con las salidas de tono de Garzón, de los intentos de lanzar balones fuera de Pablo Iglesias, Errejón y su cuadrilla, ahora son los fan boys podemitas los que, al más puro estilo de macarra barato se cachondean cuando la prensa y los medios españoles dan cuenta del drama que está sucediendo en Venezuela. Comentarios acerca de la importancia que se da en los informativos al hambre y a las revueltas en Venezuela dan asco. Pero es preferible no hacerse eco, no mirar, y mejor todavía, mirar y reirse para que no nos señalen con el dedo, porque ese hambre no es culpa de «los malvados mercados» sino de tu colega, de ese al que asesoras. Y, estando en campaña electoral, no es conveniente que se divulguen esas noticias. Así que si tu amigo viola a una chica, es más fácil reirte de ella y decir que es una guarra que apartarte del bruto y condenarle públicamente. No hay coraje para salir mirando a cámara y decir: «Me parece fatal todo lo que está pasando«. Voy más allá. Imaginemos que, de verdad, estos políticos anticonstitucionales que se presentan como candidatos para regir nuestro destino y administrar nuestro dinero, creyeron en la llamada «revolución bolivariana». Entendería que, después de ver lo que ha pasado, dijeran: «Creí. Pero el objetivo no era éste. Retiro mi apoyo«. Sin embargo, el camino es el ya consabido esquema de negar, y cuando el drama es demasiado obvio, reirte de la víctima.

Bravo, valientes.

 

La ONU son los padres, Ricardo.

Cinco de enero. Millones de niños pensando que tres tipos con vestimentas exóticas, antiguas, extrañas, vienen de algún lugar ignorado y se deslizan por nuestras ventanas, o atraviesan las paredes, o hacen nosequé, y entran en nuestras casas. Son reyes, y son magos, de los que hacen magia Borrás. Y sabios. Los mismos que persiguieron la estrella hace dos mil años vienen hoy a traer juguetes a los niños. Noche de ilusión y esperanza, de fe en que te van a traer lo que les has pedido.

Pero, Ricardo, has de saber que los reyes magos no existen, son los padres. Como la ONU. Tu vota, pide, con toda tu ilusión, tu bondad. Pide desde ese guindo (que compartimos, todo sea dicho) al que andas encaramado. Pide que, seguro, seguro, que la ONU te va a traer el coche teledirigido, la cometa, el mecano, el Chiminova, la tabla de surf y todo lo demás. Tan seguro como que los reyes magos vienen cada cinco de enero. Misma probabilidad.

La ONU, que no está claro para qué sirve, a quién sirve, pero sí quiénes pagamos, nos pide que votemos porque están (de repente) muy interesados en saber cuáles son nuestros tormentos, preocupaciones, nuestras prioridades para lograr un mundo mejor. Oiga, qué gente tan buena, qué majos todos y qué esforzados.

Pues yo se lo digo: mi preocupación es que exista la ONU. Mi tormento es ver cómo la ONU se reúne y manipula las vidas de miles de millones de personas, vía esos representantes que no nos representan, con nuestro dinero. Mi prioridad es que dejen que las personas nos organicemos de otra forma, esa que está por descubrir y que ustedes mandatarios de la ONU temen tanto porque es la manera de esquivarles a ustedes, su hipocresía, su corrupción, su status quo y sus mangoneos.

Que son los padres, Ricardo. O peor, son los carceleros.