Más allá de las intenciones: los hechos de Los Jordis

Ayer escribía en las redes que son contraria al delito de odio porque son los actos los que pueden ser constitutivos de delito. No las intenciones. Y tuve que aclarar que a los Jordis se les ha encarcelado preventivamente por sus actos, no por sus sentimientos. Ahora añado que tampoco se les ha encarcelado por manifestarse, sino por organizar activamente una revuelta violenta, con empujones, con daños materiales a varios coches de la Guardia Civil y con la retención de una letrada de la Administración de Justicia, y un grupo de agentes desde las 22:00 hasta las 7:00 am del día siguiente. Y dejo partes del texto del auto.

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La maldición equidistante

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Cada vez que una se retira, da un paso atrás para observar o para reflexionar. Cada vez que presento mis respetos junto con mis dudas al respetable público en las redes sociales. Cada vez que un tema me resulta demasiado complicado y me doy cuenta que opinar trae consigo un alto riesgo de patinar por ignorancia, alguien me desprecia porque interpretan que no me mojo, no me muestro, no me sitúo en ningún lado de la frontera. Soy «equidistante». Equidistante entre comillas porque es un insulto. Y te citan el versículo donde Dios vomitaba a los tibios. Y sacan pecho con su bandera (una o la otra) orgullosos porque ellos sí saben qué es lo correcto, dónde está la justicia y la verdad.

A todos vosotros os tengo que decir con todo respeto que no me importa nada vuestra mirada, vuestra reprobación y vuestro desprecio. Me da igual. Y voy a seguir dándole vueltas y preguntando, leyendo, analizando el tiempo que necesite o me dé la gana. Gritad lo que queráis vuestras consignas.

Yo hoy, sábado 7 de octubre, no estoy con mi bandera española en la plaza de Colón en Madrid, no solamente porque estoy en Jaén, sino porque mi corazón no está ahí, está aquí con mi familia. Pero mañana mi corazón estará en Barcelona. Con Felix Ovejero y aquellos catalanes que han permanecido callados e ignorados durante mucho tiempo. Los que no han votado el referéndum. Los que se quedaron huérfanos de partido político (socialistas y peperos) y trataron de unirse para crear una plataforma nueva y diferente. Y lo lograron. Y pasó lo que fuera después, pero lo hicieron.

Tengo amigos independentistas convencidos, como Marco Bassani, que casi me convence. Y les respeto. Como respeto a quienes creen en la unidad de España ciegamente. He dicho varias veces que mi modelo sería una España federal, sin escupirnos a la cara.

Pero más allá de los modelos ideales, de plantearse si la secesión es un derecho o no, hay algo que parece que olvidamos. La situación de los catalanes no nacionalistas ha llegado a límites insoportables. El que las empresas estén trasladándose muestra hasta dónde las cosas van en serio. Que haya profesores como Félix y tantos otros que estén pasándolo mal, ciudadanos de a pie, que tienen miedo, medios de comunicación, que no menciono por si las moscas, cuyos directores, amigos también, te cuentan el estado de terror que viven, cómo la arbitrariedad  ha tomado el poder, es un completo sinsentido.

Pero esa situación no ha sobrevenido de la noche a la mañana. Es el fruto de años en los que estos catalanes han estado completamente abandonados y olvidados. Cuando vi al rey decirles «No estáis solos», pensé que le faltó añadir «no como hasta ahora». Porque mientras los políticos del PP y del PSOE negociaban con los políticos nacionalistas y les daban más dinero y más poder, esta buena gente veía cómo caía el nivel de oxígeno y cada vez les resultaba más difícil respirar. Sentían la presión y la represión en sus trabajos, en la administración y se defendían o callaban, completamente solos. Muchos de los que hoy estaban con la banderita han votado una vez y otra a todos esos políticos del PP y del PSOE que perseguían victorias electorales y gobernaban «para todos» excepto para ellos, los catalanes olvidados.

Y por eso mi corazón mañana estará manifestándose con ellos. Estaré allí con mis dudas, mi necesidad de conocer, de escuchar, mi defensa de la ley y de la necesidad de que se modifique porque está al servicio de la sociedad y no al revés, y con mi idea de que la secesión debería ser algo posible. No así, desde luego, pero posible. Una secesión votada con garantías, sin pisotear a la mayoría silenciosa que mañana sale, por primera vez y se expresa. Sean tres o tres millones, estaré allí.

Lealtad institucional (o el truco del almendruco)

 

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Leo de pasada que Soraya Sáenz de Santamaría pide lealtad institucional a Cataluña para lograr una buena armonía. Y me  resuena esa palabra en la cabeza.

Es la misma que exhibe Iceta hacia Susana Díaz. O la que Susana Díaz no encuentra en la Junta de Andalucía. O la que se le asocia a los jugadores con su equipo. O la que reclaman los dictadores hacia su gobierno.

Trump de hecho, está calibrando la lealtad de unos y otros, para componer su gobierno. Y es normal. ¿Quién delegaría un cargo importante en el que las decisiones a tomar son determinantes del futuro de la nación a un tipo en quien no confías y que no te ha mostrado ningúna evidencia de que sus objetivos y los tuyos están alineados? Yo no.

Claro que en China, donde están recogiendo datos de la ciudadanía a mansalva y sobre todo tipo de cuestiones para, mediante técnicas de big data, «calcular» la lealtad de la gente, creo que se lo han tomado demasiado a pecho. Como en Venezuela o Cuba donde la deslealtad es penada con cárcel y tortura, vejación a los familiares y escupitajo al respeto por la dignidad humana.

Por eso me ha sorprendido tanto esta frase de Soraya. Y no es la única que usa ese témino con tintes demagógicos. Por lealtad institucional hay que aceptar los presupuestos, no dar mucha tabarra, no criticar demasiado, no manifestarse en la calle, no ser muy tocapelotas. No por afinidad ideológica sino por lealtad institucional. Y, claro, me quedo con las ganas de decirle a Soraya que no, que ella nos debe lealtad a nosotros, al pueblo español. Ella y Montoro, con su sablazo a nuestras carteras. Lealtad sería que no nos atracaran impuesto tras impuesto y rebajaran el gasto político, por ejemplo. Que revisaran los derroches en dietas, las subvenciones a amiguetes a nivel nacional, autonómico y local, por todos los partidos, empezando por los anti-casta.

Pero que Cataluña haga esto o lo otro no es lealtad institucional, ni debe Cataluña lealtad al gobierno, sino a los catalanes, muchos de los cuales están sometidos a una tiranía lingüística consentida por la leal Soraya.

Si quiere lealtad que haga algo para merecerla. Despolitizar el día a día de la gente, por ejemplo: la justicia y la educación sería un buen comienzo