El río está revuelto: hagamos un paréntesis. O dos.

 

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Cada vez con más frecuencia, se me mira de reojo, se me señala con el dedo y se me acusa de no estar sobre la linea. Esa que marca lo que debe ser, lo que debo pensar, lo que un libertario mega-austro-paleo-super-nosequé, que son la única especie de libertario que existe, defiende. Y, curiosamente, muchas veces me suena más a «bajo-palio» que a «austro-paleo» (alguno de los cuales conozco y respeto). El viejo truco de jugar con las etiquetas para arrogarse la autoridad de trazar el camino, señalar la luz y separarla de las tinieblas.  Un aburrimiento.

No por nada. Yo no me aburro fácilmente. Es que son los mismos argumentos, el mismo olor a rancio, la misma mirada, que ya me lanzaron a las tinieblas hace mucho tiempo, y que me destierran allí de vez en cuando, cada cierto tiempo, cuando cuestiono lo que veo.

Yo cuestiono la deriva que está tomando el libertarianismo y/o liberalismo clásico (perdón, que ya sé que alguno es muy tiquismiquis con esto, pero en España nadie habla de libertarianismo, apenas tiene claro la mayoría de la población qué es eso del liberalismo; claro que también sé el afán por inventar «palabros» que tienen esas mismas personas tan quisquillosas con las definiciones; personalmente, a mí basta con que me llamen María). De repente el Estado ha dejado de ser el enemigo de la libertad y ahora lo es el feminismo (de izquierdas, porque al feminismo individualista ni lo consideran, especialmente porque les obliga a ceder y plantearse que hay una mentalidad machista que tira de espaldas, como cuando no se ha aireado una habitación por meses… que igual les gusta porque ya se sabe que el macho-macho ama oler mal; y que mostrar ese hecho no implica ser estatista). El enemigo no es el Estado sino el secesionismo (y ahí, el nacionalismo de un lado y otro se hace más violento si cabe). El enemigo no es el Estado sino los gais, la diferencia sexo/género (ojo! yo NO defiendo la ideología de género, y no tengo que dar explicaciones, miren YouTube), las familias no convencionales y, ya puestos, el pensamiento no pautado sino espontaneo, la respiración sin permiso. Porque «eso» y mucho más van a destruir la civilización.

Gran error, amiguito. «Eso» va a destruir … ya ha destruido el orden que tú conoces, tu status quo, tu mapa de poder en la sociedad. Las instituciones son evolutivas, cambian, no mutan diseñadas por un plan. Y no me refiero al Senado o a sistema educativo (ojalá dejaran que evolucionara, ¿verdad Laura Mascaró?). Me refiero a las instituciones espontaneas. Igual que el cambio tecnológico YA ha sucedido y ahora toca ir amoldándose, el cambio que tratas de evitar, ya ha pasado y solamente te queda aceptar que no puedes revertirlo.

La diferencia entre quienes somos periódicamente enviados al Averno (os saludo compañeros, no os nombro pero sé que sabéis que os miro a vosotros) y quienes nos mandan allí es que a nosotros no nos molestan los palios mientras no nos los impongan. Siempre que cada cual acepte su responsabilidad, con cárcel si hace falta. Sin privilegios, ni chanchullos por el bien de la causa. Yo entiendo que tenéis que aprovechar esta «ventana de ocasión» que ha propiciado el esperpento de Trump, la confusión creada por la radicalización de la derecha en Europa, que aparece, de nuevo, (es que no tienen imaginación) como salvación necesaria y única frente a las hordas de la izquierda radical (que son reales, por otro lado), contra el Islam asesino, contra… (y aquí es cuando ante este río revuelto, los pescadores no son lo que parecen)…¡contra usted mismo! que no sabe lo que le conviene a la civilización. Y te dicen, «mire usted, que yo no pido subvención, estoy por la bajada de impuestos, respeto (descalifico pero respeto) a quienes no piensan como yo… pero créame cuando le digo «ARREPENTÍOS PORQUE EL FINAL ESTÁ CERCA». Así no se puede.

Todos ellos se olvidan de que la defensa de la libertad/responsabilidad individuales, el principio de no-agresión y la no-coacción no implican negar evidencias, imponer cánones morales, y tratar de sacar tajada amedrentando (justo como hace, mira tú qué cosas, la izquierda más bruta que tanto detesto). Digan lo que quieran, insulten, vociferen,  pero no traten de suplantar el espíritu libertario, donde caben todas las religiones que acepten esos principios, y todos los modelos de familias con el mismo requisito, y se pueden analizar todos los problemas que se pongan encima de la mesa, siempre que sea desde una perspectiva individualista no coactiva. Desde la hoguera a la que me condenan, yo no me callo. No me quema el fuego.

 

 

 

#youtoo

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El pasado 14 de octubre la Academia de Hollywood expulsaba al productor Harvey Weinstein debido al escándalo en el que se ha visto envuelto tras ser acusado por diversas actrices de acoso y abuso sexual.

A partir de ahí se puso en marcha una campaña para visibilizar el acoso y el abuso sexual a mujeres que durante décadas han permanecido en silencio. La respuesta a la campaña ha sido espectacular. Muchísimas mujeres, con el hashtag #metoo (yo también, en español) han contado la terrible experiencia que sufrieron hace años, o meses, o ayer. Mujeres del mundo del cine, de la moda, mujeres conocidas y anónimas han participado abiertamente. Incluso otras muchas que no sufrieron abusos han puesto el hashtag #metoo y han manifestado su apoyo. Lo he visto hasta en hombres cuya intención era aportar su granito de arena y sumarse a la causa.

Pero me pregunto cuál es esa causa. Porque si se trata de evitar que sigan sucediendo esas situaciones, en silencio, con la complicidad de hombres y mujeres, en el trabajo o en la familia, creo que esta campaña no lo va a lograr. ¿Por qué? Porque el culpable queda en la sombra. No fue el caso de Weinstein, quien fue señalado por actices concretas que contaron lo que pasó y cuándo. Eso es efectivo. Eso permite que se tomen medidas, que haya repudio social contra personas concretas. Pero ¿de qué sirve levantar la mano y decir que abusaron de ti o te acosaron pero no dices quién? Sirve para seguir dándole poder al que te hizo eso. Sirve para perpetuar el silencio. Sirve para trasnmitir el mensaje de que no hay que avergonzarse pero el culpable no va a pagar por ello. Desde mi punto de vista es una manera de dar un paso hacia adelante pero no se soluciona lo que se pretendía.

Entiendo que ante un hecho semejante, una persona está en su perfecto derecho de, por las razones que sean, decidir no contarlo. Puede ser que no sea bueno para su recuperación. O no de momento. Hay infinidad de razones en las que no voy a entrar porque no es ese el tema, y sobre las que nadie tiene derecho a hacer un juicio de valor. Y entonces decide solucionar las consecuencias por su cuenta, acudir a terapia, contarlo a personas concretas sin hacerlo público. Todo eso me parece más que respetable. Pero si decides denunciar el silencio cómplice,  decir #youtoo (tú también) señalando a quien abusó, es mucho mejor que #metoo y seguir permitiendo que el silencio y el miedo sean la garantía de inmunidad de quien te hirió.

Sobre feminismo libertario en La ContraTV

El día 16 de mayo pasado se publicó mi libro «Afrodita desenmascarada» publicado por DEUSTO con Roger Domingo. Desde entonces me ha reseñado el libro Carlos Rodríguez Braun en La Razón y Manel Manchón en Economía Digital, me han entrevistado en Capital Radio, El Español, en El Confidencial, en Womenalia, en esRadio, en L de Libros,  en un montón de medios (otras no has salido o no me han avisado si han salido), he presentado el libro en la Fundación Rafael del Pino de la mano de Carlos Rodríguez Braun y Juan Ramón Rallo, prologuista y director del IJM y he firmado libros en la Feria del Libro. Aún no he conseguido cuajar una fecha con el Instituto Juan de Mariana, por razones mías (Raquel tiene una paciencia infinita para estas cosas), y estoy cerrando fechas para ir a León con Students for Liberty en breve, a Sevilla en septiembre, a Barcelona, a Galicia muy posiblemente también en septiembre, y donde me llamen.

Pero el otro día vino a mi universidad Fernando Díaz Villanueva para hacerme una entrevista sobre el libro, para el programa que comparte con Gonzalo Altozano, en la ContraTV. Y no hablamos del libro. Hablamos de esto:

El sesgo ideológico mató a la estrella de la prensa

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No todo vale. Si no estás de acuerdo conmigo, ofrece tus argumentos, machaca los míos pero mentir está feo, dice pocas cosas buenas de ti y de quienes te pagan por tus artículos. Que serán muy leídos, como el libro de la Esteban y por razones parecidas. Y ya entiendo que te ganas la vida como puedes pero insisto: no todo vale.

No estoy a favor del aborto pero no creo que se deba legislar este tema porque es un tema moral.

No me parece bien la prostitución pero no creo que deba ilegalizarse, precisamente porque también es un tema moral.

Y lo mismo con la pornografía.

No tengo nada que ver con la etiqueta de «extrema derecha» que me has puesto con malicia. Afortunadamente no tengo nada que demostrar.

No he dicho que las feministas de izquierdas simpaticen con etarras sino que se da la paradoja de que estando tan en contra de la violencia contra las mujeres, su ideología en algunos casos está muy próxima y (añado) no solo simpatiza sino que apoya, a asesinos, como los etarras.

Hay una enorme diferencia que si no la ves, debes hacértelo mirar. Y si la ves, te acabas de definir como periodista. A ti y a tu medio.

Te invito a que vengas a contarme dónde digo esos titulares mañana martes 23 de mayo a las 19 horas a la Fundación Rafael del Pino. Ven y lo hablamos.

 

No desayune huevos con bacon

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¿Usted desayuna huevos con bacon? ¿Merienda bocadillo de chistorra? ¿Le hinca el diente a un buen asado? Es usted cómplice de una catástrofe natural que nos va a sobrevenir. Y usted llorará cuando los medios le muestren la destrucción del planeta.

¿Usted le ha regalado a su hija una muñeca y a su hijo un coche de juguete? Es usted cómplice del heteropatriarcado y, no lo sabe, pero esa actitud le va a costar mucho a las mujeres, porque vamos a permanecer oprimidas por los siglos de los siglos. Y no me diga si su hijo plancha o no, lo de los juguetes es el principio del fin y su varoncito, por su apatía cómplice va a reproducir los esquemas de siempre y usted llorará cuando los medios le muestren el dolor que usted ha producido con su complicidad.

¿Usted cree que el machismo es una actitud despreciable, que existe, en unos sitios menos y más en otros, pero que es palpable, y que es un atraso considerar a alguien superior por su raza, sexo, coeficiente intelectual, y todas esas cosas que no nos hacen mejores ni peores, que no nos ganamos a pulso, que vienen «de fábrica»? ¿Cree usted que hay campo para mostrar una manera distinta de mirarse los hombres y las mujeres, sin negar lo que existe, pero sin abanderar el odio? ¿Cree que no hay que exagerar datos o aturdir a la gente con palabras demasiado grandilocuentes que no reflejan la realidad, pero sin embargo, que no hay que negar el maltrato, la terrible situación de muchas mujeres, tal vez no tan lejos, y está dispuesta a ponerse a ello?  Es usted cómplice de las feminazis excluyentes. Forma usted parte del marxismo intelectual y será vapuleada, menospreciada (por detrás, por delante aún no han osado), y usted llorará cuando vengan los malos a ponerle un burka.

¿Usted tiene un sentido del humor inadecuado, macarra, incorrecto, como el de Gurruchaga y la Orquesta Mondragón cuando cantaba «soy el hombre sin brazos del circo» o como el de Gabinete Caligari cuando cantaban al amor masoquista? Bueno, entonces su complicidad es máxima y merece usted el escarnio en redes sociales. Y usted llorará porque está permitido insultarle, llamarle terrorista, pedir el cese de sus actividades, la censura, y quién sabe si no llegaremos a mentar la celda de castigo.

¿Le espanta a usted ver niños que viven situaciones de guerra, sin mirar qué guerra, o de dónde son los niños, y se atreve a decirlo y a pedir que cesen las guerras, el uso de los niños como mercancía de la pena, el bombardeo de hospitales, etc? Es usted cómplice de los medios que difunden noticias falsas, es usted cómplice de la desaparición de países, es usted cómplice de la invasión por terroristas, y llorará cuando vea por televisión tal catástrofe.

¿Está usted mirando? También es cómplice. Cómplice y culpable. Llore, pida perdón, baje la cabeza y cállese.

(Como siempre hay alguien que no lo percibe,  noten que hay cierto sarcasmo en todo esto, pero también bastante realidad. Es un post dedicado a Carlota. Y para ella añado el video de Gabinete y el de la edificante balada de Siniestro Total «Ayatollah no me toques la pirola», con Germán Coppini, que me ha parecido aún más incorrecto)

Wendy, la guerrera y la cultura de la violación

 

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Wendy McElroy no tiene pelos en la lengua. Cuando quiere decir histeria, dice histeria. Cuando quiere apretar la herida para sacar la pus, la aprieta. Y el lector puede entender el mensaje o escandalizarse y permanecer en su nube de algodón.

Ella no suele hablar lanzando flores, ni consignas, ni su intención es ser presidente, o presidenta, ni ser la primera mujer en la historia que hace esto o lo otro. Tiene esa extraña necesidad de expresar sus ideas, partiendo de sus estudios, pero también de sus vivencias. Y es entonces cuando su mensaje descarnado es tanto más necesario. A mí me hablaron de ella hace muchos años dos hombres a los que les estaré siempre agradecida: Manuel Lora y Juan Fernando Carpio. Desde entonces la leo y la sigo. Y finalmente por la aproximación tan parecida que tenemos de temas muy importantes para nosotras, es una persona mucho más cercana a mí de lo que podría pensarse. Me ha escrito para contarme que tiene un nuevo libro. Esta vez sobre la histeria que existe en Estados Unidos acerca de la cultura de la violación. Nada fácil.

Denuncia que, de alguna manera, la ficción de una supuesta «cultura de la violación» se ha instalado en la realidad, por obra y gracia de quienes están utilizando el drama de los abusos sexuales para sacar votos. No es nuevo: politizaron la pobreza, la enfermedad, la educación… ¿por qué no seguir con este tema tan delicado? Wendy no pasa por alto rebatir los fundamentos teóricos de este nuevo mal, causado por políticos y Estado. Y en concreto desenmascara los tres mitos en los que se sostiene la «cultura de la violación»: la violación es un hecho cotidiano en el día a día, está facilitada por el entorno social y el hombre ha creado una psicología de masas de la violación. A partir de ahí explica cómo los «convencidos» (true believers) crean noticias de violaciones en grupo en universidades, manipulan, mienten en los datos, y explica en qué consiste la dinámica de esta nueva histeria.

No solamente es un libro de denuncia. Wendy también estudia el daño psicológico individual a las víctimas de violación, que les impide sobreponerse a un drama tan duro, porque ser víctima no es victimizarse; a los hombres, etiquetados como violadores potenciales; y a la sociedad, en especial a los niños que son nuestro futuro. Y aporta soluciones y esperanza a quienes miramos desde afuera y somos afectados pasivamente por esta locura. Se trata de tratar la violación como un delito criminal, por un lado, y demandar cordura social, por el otro.

Hay que resaltar dos cosas. La primera que el libro trata de una realidad concreta: la de Estados Unidos. Y segundo: además de su formación y su honestidad impecable a lo largo de muchos años, a Wendy McElroy le avala el hecho de ser una superviviente a una violación. Por eso sabe de lo que habla cuando señala la importancia de superar y sobrevivir al trauma en lugar de enquistarse en la autovictimización y la victimización social, y menos aún por razones políticas.

Y acabo con una frase suya: «Defiéndete a ti misma y sus hijos contra los fanáticos de la cultura violación. Demanda cordura».

Es muy interesante escucharla explicar el argumento en este video de 12 minutos:

El libro se puede adquirir en papel o digital aquí:

Print:
https://www.amazon.com/Rape-Culture-Hysteria-Fixing-Damage/dp/1533629404/

E-book:
http://www.amazon.com/Rape-Culture-Hysteria-Fixing-Damage-ebook/dp/B01EENF4HW

Y ésta es su biografía en su página web.

 

La mujer barbuda

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Una de las características de nuestros tiempos, y probablemente de los pasados también, porque lo más seguro es que vaya con el ser humano, es la negación de lo evidente. Como en la escena de la lapidación de la película La Vida de Brian, negamos lo que está pasando cuando creemos que nos va a dejar en mal lugar. Nadie ve Sálvame, líder de audiencia. Ese es el ejemplo paradigmático. Yo lo veo cuando puedo. Es terrible. Unas veces me duerme, otras me satura y otras me aliena. Pero lo veo a veces. Y cuando lo digo, la mirada torva del otro me muestra la desaprobación social. Social de esa sociedad que encarama desde hace tantos años al programa Sálvame en todas sus versiones a ser indiscutible número uno.

Con la misma tranquilidad que digo que veo a veces Sálvame y me pongo el mundo por montera, digo que el tema de la incorporación de la mujer al trabajo no está resuelto. Y no lo soluciona ni que salga Mónica Oriol a denunciarlo, ni que lo denuncie fatal, ni que tomen sus palabras de la manera más sesgada, ni que se monte la mundial en Twitter… Vaya, que podemos quemar a Mónica Oriol en una pira y seguiría existiendo un problema de fondo que no acertamos a resolver.

¿Es quién una empresaria del linaje Oriol/Ybarra/Urquijo/Icaza para decir lo que dijo como lo dijo? Igual no. ¿Por qué?¿Es peor persona por ser de familia con apellidos conocidos? No, no es peor persona, pero en un país donde el privilegio empresarial es la norma, es decir, empresarios de verdad, poquitos, poquitos; en un país donde históricamente las grandes familias se han asociado con el poder del rey, del dictador, de quien hiciera falta y han sido representativos exponentes del mercantilismo, y seguramente cumpliendo la ley. En un país así, tal vez, Mónica Oriol, mi profesora de Política Monetaria, debería cuidar cómo dice qué. Es que puede conseguir el efecto contrario. Ya se sabe, la ley de las consecuencias no deseadas.

Lo lógico es que al oirla, mucha gente diga «Eso es porque a ti te han cuidado a los niños«, «Claro, y tú qué vas a decir«, «Conciliando sin la protección familiar te quería ver yo a ti«… y cosas así. Yo he leído los peores insultos y deseos dirigidos a Mónica. Lo de sacar de contexto lo que dice ya es mala fe. Y aunque me tienta pasarlo por alto, es relevante porque sí crea en la gente una animadversión hacia Mónica que ya, aunque te enteres de que lleva una vida pobre y miserable y que se deja una fortuna en cooperación y que es terriblemente bondadosa, te da igual, te cae mal.

Pero, igual que «nadie» ve Sálvame, «nadie» ha pensado alguna vez cuando ha tenido trabajadoras a su cargo eso que es tan incorrecto.

«Si yo entiendo que tiene hijos, pero como vuelva a poner la excusa de que su nene está dentando es que la mato«.

«Si a mí me parece muy bien todo, pero no puede estar al teléfono con la tutora de la niña porque tiene una adolescencia dificililla«.

«Vaya! Lo que nos faltaba! Cuando se le acaba la baja maternal va la tía y pide reducción de jornada! Y es su cuarto hijo, hombre… que parece que los tiene aposta! Y mientras tanto sus compañeros de departamento haciéndose cargo de sus clases!» (Ésta última es real, la oí con estos oídos que se comerán los gusanos).

Y la mujer recién parida se siente un asco: está recién parida, se siente mala madre por dejar al bebé, mala trabajadora porque la preocupación la distrae, se cansa el doble… Y la frase «Pues no haberlo tenido» resuena por los pasillos. Eso sí, España tiene un enorme problema demográfico que nos tiene a todos sin dormir.

¿Y entonces? ¿Ayudamos con el dinero de todos a las nuevas madres?¿a las que quieren serlo? Mi instinto me dice que no. Pero, además, devuelvo la pregunta… con todos los avances tecnológicos que hay ¿eso es todo lo que se nos ocurre? ¿no hay más? ¿esa es toda nuestra inventiva? ¿o es que no nos hemos puesto en serio? Porque no hay que masculinizarse para trabajar. No es necesario esterilizarte para que la jefa, la empresaria, la capitalista… no te eche o decida contratarte. Hace falta buena voluntad, imaginación y una tribu. No hace falta ser la mujer barbuda.

This is a man’s world. Isn’t it?

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Al parecer hoy es el Día Mundial Contra la Violencia de Género. Para un «grinch» femenino como yo, que huye de celebraciones, Navidades, días de, homenajes y rememoraciones, es un día terrible.

El tema no admite dardos irónicos, ni sentido del humor alguno. Ni vale tratar de zafarse. Eres mujer, eres crítica, eres libertaria y, sobre todo, tienes esa imperiosa necesidad de señalar la arruga en el mantel o el roto en el calcetín.

No nos hagamos de nuevas, que la violencia es consustancial al ser humano es de todos sabido. Que el violento se ceba con el débil también. Que eso pasa entre los hombres y entre las mujeres, es también notorio, de diferente manera, pero creo que está claro. Que las mujeres somos físicamente más débiles que los hombres, no requiere de ninguna explicación. Pero año tras año, salen de nuevo las cuestiones de siempre, que no por volver a repetirlas o a denunciarlas con las cejas enarcadas y grandes aspavientos se solucionan. Cuando una mujer abofetea a un hombre ¿él debe aguantarse o denunciar? ¿Con qué cara te recibe la policía? ¿Y el juez?

Cuando una mujer maltrata psicológicamente a una mujer o a un hombre de manera sistemática ¿qué pueden hacer la maltratada y el maltratado? ¿tiene las mismas herramientas para protegerse? ¿psicológicas? ¿legales? Que sí, que a todos nos parecen muy mal que las mujeres seamos víctimas de palizas y abusos, pero como las estadísticas al parecer hablan pues nadie se ocupa de los demás casos. Y además, si dices algo fuera de lo habitual, siempre, por precaución y por evitarte monsergas, debes recalcar que tu estás muy en contra de la violencia de género y que conoces algún caso cercano y es terrible. Con lo que odio dar explicaciones y justificarme.

A mí me cansan mucho esos parapetos que ocultan a mucho sinvergüenza (ellos y ellas) que, finalmente, hacen del sufrimiento de otro su forma de vida. Las estadísticas no me dicen nada. Porque si un señor aparece muerto flotando en un río no es violencia de género y si la que aparece es una mujer, sí lo es. ¿Por qué? Pues no sé. Es esta idea de que como hemos sido tan vapuleadas en el pasado hay que desplegar políticas de discriminación positiva. Y eso no me puede parecer más errado, por más buenista que parezca la cosa. Si lo hacemos con el sexo, pongamos esa política en práctica también según la raza y la edad. ¿Qué raza ha sido históricamente más maltratada? ¿Qué edad? Pues apliquemos leyes especiales. Y así nos cargamos la igualdad ante la ley para siempre y generamos, paradójicamente, mucha más violencia en la sociedad. Eso por no entrar en la herencia intergeneracional de la injusticia. Y entonces, deberíamos plantearnos qué injusticias y tropelías cometidas por nuestros antepasados tenemos pendientes y debemos seguir reparando.

Pero el tema principal es otro: la sociedad genera violencia y demoniza la violencia. La sociedad, ese entramado en el que crecemos rodeados de violencia, física y psicológica, esa violencia inherente al sistema, que se añade a la violencia propia del ser humano. Porque vivir es violento, crecer es violento, el choque con la madurez lo es. Pero nada comparado con la violencia de ir a un colegio, aprender al ritmo de 24 niños más, someterte a unos cánones dictados por mayores a los que les importas un bledo porque lo que quieren es que tus papás les voten, amoldarte a las normas que marcan unos profesores sin incentivos, y convivir con unos compañeros educados en los prejuicios en los que tú también nadas.

Políticos muy socialistas de toda la vida, de derechas o de izquierdas, denunciando el horror de la pobreza y pidiendo que le quiten dinero a los demás y que unos hombres trabajen para que otros puedan vivir a su costa apelando a una mal llamada solidaridad. Y ellos cobrando dietas y prebendas parlamentarias, ocultando corrupción a paladas, y poniendo cara de lástima mientras claman que no todos son iguales y que qué mala soy. Cantantes, actores y gentes de la farándula internacional con el tabique destrozado por la cocaína enarbolando la bandera de la lucha contra las drogas y exhibiéndose como mega-naturales porque hacen yoga y viven en una casa con césped. Ejecutivos que exigen riguroso cumplimiento de las normas a su alrededor, que se han acostado con todo lo que se ha dejado, que mantienen un contrato matrimonial conveniente en especial en términos económicos, y que se escandalizan porque haya personas que defienden la libre actividad… la de las prostitutas también. Defensores de la revolución comunista y de la libertad que encierran homosexuales en campos de concentración. Y así podemos seguir con la religión, la universidad y el sistema judicial. Todo apesta. Crecer en esta sociedad es lo más violento que hay. Pero… se demoniza la violencia hipócritamente, y me refiero a la agresión como defensa propia.

Ante la avalancha de violaciones en citas, la superioridad indudable del hombre físicamente, la violencia física en el hogar, propones la libertad de armas y te tratan de loca, porque las armas generan violencia. Y mata el dedo que aprieta el gatillo, no el gatillo. Si las mujeres tuviéramos la oportunidad de defendernos, de aprender a manejar un arma, de disparar en un brazo al violador, o al aire para disuadir al agresor, creo que estaríamos más protegidas.

Y no estoy loca. Loca está la que abre un hashtag en twitter que dice #machetealmachito para defender la lucha contra el mal trato. Esa y las que proponen acabar con la igualdad ante la ley para defender la igualdad de las mujeres.

Nosotras decidimos, vosotros pagáis

No, no voy a entrar en el debate moral «aborto, sí/aborto, no». Voy a entrar directamente con el debilitamiento de la mujer gracias a quienes supuestamente tratan de defender su libertad.

Leo en la web «Nosotras decidimos» que Sanidad va a cancelar el derecho al aborto libre y gratuito de extranjeras sin papeles, o irregulares. Se lamentan de que, a partir de ahora, las mujeres que quieran abortar en las primeras catorce semanas no podrán a menos que el médico lo precriba por problemas para la salud de la madre.

El mensaje es:

Fíjate, compañera, camarada, qué faena tan grande que las mujeres que vengan a España sin permiso de trabajo, etc., que no cotizan a la Seguridad Social, que no pagan impuestos… no van a poder abortar aunque ellas así lo decidan, pagándolo todos los españoles, da igual si tienen escrúpulos de conciencia.

Pero esas compañeras, camaradas de la lucha feminazi, no continúan:

Bueno, pues vamos a tener que recaudar fondos para pagar a estas mujeres que quieran abortar y no se lo paguen los españolitos.

Sino que simplemente gritan, protestan, señala y acusan.

Independientemente de si creo que no debería existir límite a la llegada de inmigrantes o sí; de si creo que la exigencia de permiso de trabajo genera un mercado negro de permisos de trabajo que esclaviza más al inmigrante o no, me parece que no se favorece en absoluto lo que modernamente se llama «empoderamiento» de la mujer.

¿Tú decides? Tú pagas. ¿No tienes dinero? Reclámalo a quienes como tú creen que estás en tu derecho de decidir. Quienes pretenden fumar no reclaman que se les costee el tabaco, solamente piden que se les permita fumar. Eso por tratarlo exclusivamente como un acto relacionado con la salud sin connotaciones morales. Porque si además entramos en la violencia estatal hacia quienes niegan que el aborto sea un derecho y menos gratuito, entonces no acabamos jamás

¿Eres feminista? ¿Crees que las mujeres y hombres somos iguales ante la ley? Yo también. Eso no implica que obligues a todos los ciudadanos a financiar tus decisiones, por más libre que seas. Tal vez de esa manera, las decisiones se pensarían más, o se tendría más cuidado.

Insto desde aquí a la plataforma «Nosotras decidimos» a que sean valientes y comprometidas que completen su slogan «Nosotras decidimos, nosotras pagamos«. Si es tan importante, seguro que habrá mucha gente dispuesta a aportar.

Cherchez la femme…

Era la quinta de seis hijos. Nieta de un jardinero y paisajista alemán e hija de un músico venido a menos, nadie apostaba por su futuro después que, a los tres años, la varicela marcara su cara, deformara su ojo izquierdo y el tifus limitara su crecimiento a 1,30 metros de estatura. Bajita, pobre y fea, probablemente habría terminado siendo fregona en Hannover, su ciudad natal….

La solución próximamente en LOFF.IT

(Actualizado gracias a José Luis Ricón)