No desayune huevos con bacon

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¿Usted desayuna huevos con bacon? ¿Merienda bocadillo de chistorra? ¿Le hinca el diente a un buen asado? Es usted cómplice de una catástrofe natural que nos va a sobrevenir. Y usted llorará cuando los medios le muestren la destrucción del planeta.

¿Usted le ha regalado a su hija una muñeca y a su hijo un coche de juguete? Es usted cómplice del heteropatriarcado y, no lo sabe, pero esa actitud le va a costar mucho a las mujeres, porque vamos a permanecer oprimidas por los siglos de los siglos. Y no me diga si su hijo plancha o no, lo de los juguetes es el principio del fin y su varoncito, por su apatía cómplice va a reproducir los esquemas de siempre y usted llorará cuando los medios le muestren el dolor que usted ha producido con su complicidad.

¿Usted cree que el machismo es una actitud despreciable, que existe, en unos sitios menos y más en otros, pero que es palpable, y que es un atraso considerar a alguien superior por su raza, sexo, coeficiente intelectual, y todas esas cosas que no nos hacen mejores ni peores, que no nos ganamos a pulso, que vienen «de fábrica»? ¿Cree usted que hay campo para mostrar una manera distinta de mirarse los hombres y las mujeres, sin negar lo que existe, pero sin abanderar el odio? ¿Cree que no hay que exagerar datos o aturdir a la gente con palabras demasiado grandilocuentes que no reflejan la realidad, pero sin embargo, que no hay que negar el maltrato, la terrible situación de muchas mujeres, tal vez no tan lejos, y está dispuesta a ponerse a ello?  Es usted cómplice de las feminazis excluyentes. Forma usted parte del marxismo intelectual y será vapuleada, menospreciada (por detrás, por delante aún no han osado), y usted llorará cuando vengan los malos a ponerle un burka.

¿Usted tiene un sentido del humor inadecuado, macarra, incorrecto, como el de Gurruchaga y la Orquesta Mondragón cuando cantaba «soy el hombre sin brazos del circo» o como el de Gabinete Caligari cuando cantaban al amor masoquista? Bueno, entonces su complicidad es máxima y merece usted el escarnio en redes sociales. Y usted llorará porque está permitido insultarle, llamarle terrorista, pedir el cese de sus actividades, la censura, y quién sabe si no llegaremos a mentar la celda de castigo.

¿Le espanta a usted ver niños que viven situaciones de guerra, sin mirar qué guerra, o de dónde son los niños, y se atreve a decirlo y a pedir que cesen las guerras, el uso de los niños como mercancía de la pena, el bombardeo de hospitales, etc? Es usted cómplice de los medios que difunden noticias falsas, es usted cómplice de la desaparición de países, es usted cómplice de la invasión por terroristas, y llorará cuando vea por televisión tal catástrofe.

¿Está usted mirando? También es cómplice. Cómplice y culpable. Llore, pida perdón, baje la cabeza y cállese.

(Como siempre hay alguien que no lo percibe,  noten que hay cierto sarcasmo en todo esto, pero también bastante realidad. Es un post dedicado a Carlota. Y para ella añado el video de Gabinete y el de la edificante balada de Siniestro Total «Ayatollah no me toques la pirola», con Germán Coppini, que me ha parecido aún más incorrecto)

La niebla como estado civil

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Dice Denzel Washington que si lees la prensa estás mal informado y si no la lees estás desinformado. ¿Qué elegir? Le recrimina el actor a la periodista que su labor como profesional es contar noticias, no contar lo que sea antes que nadie. No es ser el primero en tuitear a toda costa sino informar con hechos verdaderos.

Cierto. Tal vez van a protestar quienes creen que, además, el periodista-analista ha de ofrecer su opinión, su interpretación de los hechos, de las entrevistas, analizar al personaje, al ministro, al diputado, al sindicalista. Y no digo que no. Sin embargo, de ahí hemos pasado demasiado rápido al insulto, a la tergiversación, a sacar de contexto una frase, una palabra, un gesto, para que el entrevistado diga lo que quiero y así poder despellejarle. Demasiado rápido y demasiado a menudo.

Hasta el punto que si cuelgas un video donde un señor que dice que es maestro en Aleppo pide llorando que acabe la guerra y que espera que pase algo antes de las masacres que se esperan, siempre llega alguien, bien intencionado, probablemente bien informado (o tal vez no) y te cuenta que el medio es sesgado, que el tipo es simpatizante de terroristas que hicieron cosas terribles, que te están tomando el pelo y que sufrir, sufrir, donde sufren los rigores de la guerra es en tal otra ciudad.

O, de repente, un niñato con media neurona, que se ha hecho influencer porque muchos otros le ríen las gracias de niñato, suelta por su boca una barbaridad que me apuesto lo que sea a que no es ni suya. Y afirma, entre otras cosas, que hay más violaciones a hombres que a mujeres (ya he tenido la discusión acerca de las cárceles de Estados Unidos, por favor, abstenerse). Todo para «defenderse» de un gag de video donde tres tipos, ante una joven borracha que salía de una discoteca «se la pedían», como quien se pide asiento de ventanilla en el tren.  Igual para él y sus seguidores es una escena graciosa. En ese caso debería defender su posición. Y sin embargo, se defiende negando.

Y ahí está la cosa. Negamos y renegamos. Tanto y tan habitualmente que uno no sabe ya si leer o no la prensa, Twitter, Facebook. Porque es posible que el video del maestro de Aleppo sea mentira. Es posible que haya mujeres que se lancen a por los jóvenes borrachos para aprovecharse de su embriaguez. Es posible que los medios falseen imágenes, que los gobiernos falseen estadísticas, los periodistas entrevistas, que los lobbies manipulen a las víctimas que dicen representar por poder o por una subvención, o simplemente para sentirme mejor y reducir su impotencia. Todo eso es mucho más que posible. Pero no siempre y no en el mismo grado. No miente todo el mundo. No existe una cultura de la violación (aunque sí haya más abusos a mujeres y aunque sea verdad que la borrachera no hace a nadie merecedora del abuso). No es verdad que no se sufra en Aleppo o que simpatizar con alguien te haga merecedor de una masacre (tu muerte y la de todo tu pueblo). Y rizando el rizo, me encuentro cuestionada por los seguidores del imbécil del video y por las mujeres que defienden que existe una cultura de la violación; estoy en medio de quienes llevan las cosas al extremo hacia A y quienes lo hacen hacia B. No solamente eso. En cuanto dudas, caes en el abismo y eres acusada, insultada, señalada.

Hemos perdido el matiz. No vemos todo el pantone de colores, tenemos el contraste al máximo y solo hay blanco y negro. Si yo soy buena, tú eres malo. Si yo pierdo, tú ganas. Si uno está arriba, otro está abajo. Están desapareciendo de las mentes un abanico de posibilidades, toda una gama de sonidos. Tendemos a la estupidez. Al revés que los niños, cuyo aprendizaje consiste en diferenciar cada vez más formas y colores, y trabajar con bloques más pequeños y diversos, la sociedad va hacia atrás, caminando hacia lo más básico, colocando con torpeza los bloques grandes, mientras la tecnología avanza y nos hace creer que somos dioses.

En este diciembre complicado, Madrid ha amanecido con niebla. Como yo, que no veo nada. Y, como sucede con la niebla, lo más seguro es mirar tus pasos y tratar de no chocar con nadie. La niebla nos pone en nuestro sitio: nos quita de golpe la soberbia y la apariencia de lucidez. Así vamos por la vida, como en medio de la niebla, sin saber muy bien si esa sombra es una persona o una farola.